Si saliéramos a la calle con un micrófono en la mano y comenzásemos a preguntar a diestro y siniestro sobre las medidas que debemos tomar los conductores para evitar sufrir siniestros viales, quizá la distancia de seguridad aparecería en una o ninguna de cada cien entrevistas. El espacio que rodea nuestro vehículo es, a la vez, uno de los factores clave para nuestra seguridad y uno de los grandes olvidados.
Dentro de este gran olvido, la otra distancia de seguridad, la separación lateral entre vehículos, es la más olvidada todavía. Se menciona cuando hablamos de adelantamientos a vehículos de dos ruedas, porque de su observancia depende directamente la integridad física del ciclista o del motorista, pero se deja en un limbo en el resto de los casos.
La distancia de seguridad es, por definición, el espacio en el que lidiamos de forma segura con la zona de incertidumbre de los usuarios de la vía, esa área en la que no sabemos muy bien qué hará un usuario de la vía, hacia dónde se moverá y cuánto. Y esa zona de incertidumbre lo mismo la tienen los demás que nosotros mismos como usuarios de la vía. La distancia de seguridad, por lo tanto, es una herramienta básica que tenemos para atajar los riesgos derivados de movimientos con los que no contábamos demasiado.
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la separación lateral es una distancia de seguridad
Hablar de la distancia de seguridad en términos de separación lateral entre vehículos supone comprender que cualquier conductor es susceptible de desviarse con su vehículo, aunque sea levemente, de la trayectoria que le marca el carril. Y que esa desviación de la trayectoria puede darse cuando ese conductor coincide en espacio y tiempo con otro conductor al que bien puede sucederle lo mismo, por el motivo que sea.
Este escenario se agrava en zonas donde los carriles son estrechos, esos que se denominan así por tener una anchura inferior a 3 metros y que en ocasiones apenas dan de sí para que quepan los 2 metros que suele medir de ancho un turismo con sus espejos retrovisores exteriores desplegados. Algunas ciudades, por la configuración de sus vías que difícilmente se han podido adaptar a vehículos cada vez más grandes, representan un riesgo continuo de roce entre coches en movimiento.
Y ese escenario se agrava aún más en carreteras con curvas, con más de un carril para el mismo sentido de la circulación, cuando ya no es la carretera lo que falla sino la actitud del conductor. Cuando la falta de pericia o de celo por parte del conductor convierte cada curva a izquierdas en un riesgo para el conductor que adelanta o, lo más frecuente, cada curva a derechas en un riesgo para el conductor del vehículo adelantado.
Poco a poco, la distancia de seguridad frontal se va dando a conocer entre los conductores que no tenían el gusto de saber de ella. Al fin y al cabo, es una cuestión bastante fácil de comprender una vez que el conductor ve claro que el espacio que deja delante de su vehículo es su gran recurso, su tesoro, para hacer frente a los imprevistos. Si uno no deja espacio por delante y sucede cualquier cosa inesperada, el riesgo de choque es casi evidente.
O debería serlo…
En el caso de la separación lateral de seguridad, no existe ni siquiera esta casi evidencia. Y quizá sea este uno de los grandes problemas que la sustentan como factor de riesgo ignorado. Ignorado, incluso por quienes se encargan de dar foco mediático a los diferentes factores de riesgo.
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